POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES
Hoy lunes 25 se
cumplen cinco años del asesinato de una joven madre, crimen que sacudió la
provincia Valverde, sin que las autoridades hayan hecho lo necesario para dar
con sus autores, no obstante la
insistencia del esposo ante las altas instancias policiales y judiciales, y el
clamor de la familia y el pueblo de Mao para que se haga justicia.
Yasmín Valdez de Rodríguez, madre de dos niños, fue degollada
en su hogar frente a su pequeña de 8 meses de edad, mientras su esposo, el profesor
universitario e historiador, Manuel Rodríguez Bonilla, llevaba a su otro hijo,
David Emmanuel, al colegio y realizaba varias diligencias encomendadas por
ella.
El esposo, junto a sus
dos pequeños hijos, ha padecido un largo
viacrucis con la salida forzosa de su pueblo por una infame campaña sustentada en
la precipitada opinión del fiscal adjunto Nelson Rodríguez quien calificó, ante
decenas de curiosos, que el crimen fue pasional e inculpó al profesor a los
pocos minutos de llegar a la escena del crimen.
A la campaña de descrédito, desatada por varios sicarios
morales, disfrazados de comunicadores y sostenida por enemigos del viudo, se
sumó el padre, un oficial retirado de la Policía, y la familia de la occisa
quienes han proferido todas clases de insultos y amenazas públicas contra el
este, careciendo, porque no existen, de elementos de pruebas en su contra.
Pese a ese escenario de peligro para Rodríguez Bonilla, hay
autoridades que pretenden que este se exponga y lleve a sus hijos a visitar a
la familia prejuiciada, ignorando el trauma que pueden sufrir los niños al escuchar
a su abuela incriminando a su padre, en lugar de ocuparse de lo que es su
responsabilidad mayor: dar con los asesinos de Yasmín Valdez de Rodríguez.
Mientras esto no suceda, el morbo y las maledicencias seguirán
ensañados contra un ciudadano y esposo ejemplar que lo que hizo a lo largo de
su vida fue servir, como dirigente comunitario y contra quien nadie ha podido
mostrar un solo acto de violencia ni pública ni privada, ni siquiera en su
larga labor de docente en las aulas universitarias.
Quienes somos testigos de excepción del amor y respeto que
prevaleció en la relación de pareja entre Yasmín y Manuelo, y damos seguimiento
al cuidado y esmero con que este educa a sus hijos, no acabamos de entender
cómo todavía hay personas que sucumben ante una campaña que en principios,
lució espontánea pero que luego se tornó interesada.
Y cabe recordar, el principio elemental y universal de la
investigación criminológica que plantea,
en busca de culpables, la interrogante de: ¿quién se beneficia de un crimen?. A
juzgar por los resultados, contrario a beneficiarse, el más perjudicado, en
este caso, es el profesor Rodríguez Bonilla a quien, además de privarlo de su
esposa, lo obligaron a salir de su pueblo con sus dos pequeños niños a cuesta.
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