POR FERNANDO RODRĺGUEZ CÉSPEDES |
Este concepto, de simple aplicación en la cotidianidad del
país, hace mucho que tiene vigencia entre
los dominicanos que ven, sin alarmarse, cómo personas de su entorno se integran
a la labor política, al tráfico de drogas y a otras actividades
delincuenciales, logrando grandes fortunas en poco tiempo.
Los más inteligentes, optan por vivir en bajo perfil y gran
parte de su fortuna la ponen en manos de familiares o personas de su entera
confianza, pero así como la pobreza es difícil de disimular, la riqueza tiene
el mismo problema, sobre todo si es de origen espurio y se exhibe sin pudor.
Cada día son más las personas que exhiben riquezas que no
pueden justificar y si existiera intención o voluntad política de combatir la
corrupción, bastaría con investigar a los funcionarios públicos, policías, militares
y ciudadanos que ostentan bienes materiales escandalosamente superiores a sus
ingresos legales.
Esta reflexión surge ante la impracticable propuesta del
senador Charlie Mariotti de una publicación que revele, cada año cómo suben y bajan las
fortunas de políticos, funcionarios y empresarios, entre otras sugerencias al
presidente Danilo Medina quien prometió, en campaña, combatir la corrupción.
Califico de impracticable la idea del inquieto congresista,
porque el gobierno permitió, sin inmutarse, que numerosos funcionarios violaron
la ley 311-14 que establece la obligatoriedad de presentar sus declaraciones
juradas de bienes en un plazo de 30 días a partir de su designación, motivando
suspicacias en el pueblo.
Esa situación se dio sin que pasara nada, pese a las
advertencias del procurador general de la República, doctor Francisco Domínguez
Brito, quien llegó a advertir a los violadores de la ley que podían retenérsele
sus salarios y que eran pasibles de ser cancelados, pero no recibieron ni
siquiera una llamada de atención del Ejecutivo.
Tomando este hecho
como ejemplo de la falta de voluntad política para sancionar a los
violadores de la ley, funcionarios o no,
entendemos porqué nuestro país es víctima del desorden e impunidad que
crecen cada día ante la mirada indiferente de la mayoría de los ciudadanos y de
los llamados a "poner el cascabel al gato."
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