Esta semana, la Fuerza Aérea de
EE.UU. estrenó en combate una de las armas más costosas de la historia,
el cazabombardero invisible a los radares conocido como F-22 o "Raptor".
El
sofisticado avión arrojó bombas sobre Siria como parte de la campaña
aérea contra los extremistas de Estado Islámico que controlan partes del
territorio en ese país.
Se desconoce exactamente cuáles fueron los pormenores de la misión.
Pero
seguramente fueron muchos los funcionarios en el Pentágono y en la
industria de armamentos estadounidense que respiraron aliviados con la
noticia del bautizo en combate del avión.
Pues luego de tres
décadas de espera y casi US$70.000 millones en gastos, el controversial
avión fue finalmente empleado en el objetivo para el que había sido
ideado: eludir las defensas antiaéreas del enemigo sin ser detectado,
atacar un objetivo y volver a salir ileso.
De otra era
El Raptor es al mismo tiempo una maravilla de la tecnología moderna y una reliquia de otra era.
Fue ideado en la década de 1980, en las postrimerías de la Guerra Fría.
Invisible al radar enemigo, era
un arma crucial para mantener la superioridad militar sobre sus rivales
más temidos, los avanzados aviones de combate de la Unión Soviética.
Pero en 1991, cuando se firmó el primer contrato para la construcción del F-22, la amenaza soviética se había derrumbado.
No
obstante, el Pentágono decidió seguir adelante con su desarrollo, pese
al costo que llegó a la extraordinaria cifra de US$69.000 millones, o
casi US$370 millones por cada uno de los 188 ejemplares de la aeronave
que se construyeron.
Sin enemigo
Los
críticos se preguntaron entonces acerca de la utilidad de un arma
diseñada para confrontar un enemigo soviético que ya no existía.
El tiempo parecía darles la razón.
Al
llegar los primeros F-22 al servicio de la fuerza áerea estadounidense
en 2005, la cara del contrincante había cambiado de manera drástica.
Las
tropas de Estados Unidos peleaban ahora cuerpo a cuerpo contra
insurgentes rudimentariamente armados en los campos y poblados de
Afganistán e Irak, contra los que poco podía hacer desde el aire la
costosa aeronave.
Como si fuera poco, el avión sufrió una serie de
incidentes en los que pilotos en misiones de entrenamiento con el F-22
perdían el conocimiento en pleno vuelo, aparentemente por problemas en
el suministro de oxígeno.
En 2010 una de las aeronaves se estrelló, muriendo su ocupante.
Por casi una década, el Raptor permaneció en reserva, sin que se le encontrara uso en el campo de batalla.
Desde las alturas
La situación cambió al ordenarse los ataques contra Siria.
En
vez de enviar patrullas de soldados contra combatientes talibanes y
otros insurgentes escondidos entre la población, ahora la misión de las
fuerzas estadounidenses es bombardear objetivos de los rebeldes de
Estado Islámico dentro del territorio sirio, sin contar con la
autorización del gobierno de Bashar al Asad en Damasco.
Por lo que
los bombarderos estadounidenses potencialmente podrían enfrentarse al
moderno sistema de defensas de Siria, que cuenta con radares y misiles
antiaéreos comprados principalmente a Rusia.
Según funcionarios del Pentágono citados en el diario The Wall Street Journal,
el F-22 fue empleado en esta misión no solo porque puede eludir a los
radares sirios, sino que al volar más rápido y alto que otros aviones de
combate, puede arrojar bombas de precisión de 1,000 libras a 15
kilómetros de distancia del objetivo.
"Un Rolls-Royce"
Sin
embargo, otros críticos aseguran que el empleo de este armamento en
Siria sigue sin justificar el extremadamente alto costo que se pagó por
él.
Christopher Harmer, exaviador naval y
ahora experto en el Instituto para el Estudio de la Guerra, un centro de
investigaciones estadounidenses, asegura, en conversaciones con BBC
Mundo que lanzar el F-22 contra los extremistas islamistas en Siria no
tiene mucho sentido.
"Es como usar un Rolls Royce, un auto
extraordinariamente caro, que lo estamos empleando para una misión muy
básica, para la que bastaría con el equivalente de una camioneta
pick-up", apunta el analista.
"Dudo mucho que la fuerza aérea
siria vaya a entrar en combate con el F-22. Al gobierno sirio le
conviene que Estados Unidos bombardee a Estado Islámico", agrega Harmer a
BBC Mundo.
Y puntualiza que, en su opinión, el sistema de defensa
antiaérea siria no está bien mantenido ni sus operadores tan
rigurosamente entrenados como para representar un reto que requiriese la
misión del F-22.
Estados Unidos invirtió una fortuna equivalente
al Producto Interno Bruto de muchos países para construir este avión
"invisible".
Por lo que algunos pensarán que, más que satisfacer
una necesidad militar, la misión del Raptor en Siria esta semana cumplía
el papel político de justificar ese enorme gasto.
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