Aleja en
Versos
UN
COMENTARIO
No somos poeta. No
pretendemos serlo. Sólo hemos querido expresar algo para no sentirnos una más
en la confusa selva en la que vivimos
sumergidos. Hablar, por decirlo así, en el lenguaje cotidiano de cosas
que son nuestra cotidianidad. Salir de las cuatro paredes y permitirnos
respirar el mismo aire, pero con nuestro propio olfato; recordar nuestro origen y
nuestro presente, ofreciendo estas pinceladas otoñales, tardías, pero que
brillan y se revuelven muy dentro.
Quizás debimos elevar el
lenguaje hasta los escarpados picos andinos, o cual oleaje marino en el Caribe
soleado. Pero, ello sería desnaturalizar nuestra identidad.
Escrito por Aleja Bonilla |
I
¡Salve
América Mía!
América
hermosa
¡Joyel
de diamantes y esmeraldas!
con
tu imponente Cordillera Andina,
te
imagino una enorme galaxia
brillando
en las alturas.
II
¡Salve
América mía!
Mi
América morena,
con
tu mezcla de razas,
semejas
un cofre de nubes blancas
con
encajes de tules en tus enormes playas…
un
cofre de esperanzas…..
un
manojo de amatistas y de palmas;
de
trenzas femeninas inclinadas al sol;
a
la tierra sin nombre
con
nombres de extranjeros que tragaron tu raza;
con
pelos crespos en los pechos desnudos,
esperando,
pacientes, una hartura de humanización;
y
que no llega nunca,
como
nunca terminan tus sueños
ni
la grandeza única
de
tu gran corazón.
III
¡Salve
América mía!
La
de rubios trigales
y
verdes arrozales
cocoteros
y aves
cuadrúpedos
y coníferas
y
sueños encantados.
¡Oh
América mía!
La
de islas soñadoras y bellas,
donde
canta el amor
repletas de corales, de oro, miel y caña,
amapolas
y ron,
y
orquídeas encarnadas
como
encarnadas garras
prendidas
en el alma
de
los que en ti habitan,
durmiendo
en las hamacas,
viviendo
entre las selvas, llanuras y montañas,
en
babeles de hierro y en bohíos
de
bejucos y lianas
o
en los soberbios palacios
de
acero y de cristal.
IV
¡Salve
América mía!
¡Oh,
mi América joven,
de
apenas cinco años
y
que multiplicados por cien
se
hacen pesados…
Se
hacen largos…
Eternos
y esperados.
Esperados…
Como
la novia tierna, feliz y enamorada
que
grácil y gentil
camina
hacia el altar
con
rosas en las manos;
donde
espera su amado,
sonriente
trémulo, apasionado;
pero
que luego trae
muy
hondos desengaños
con
su traje de fiesta…
De
luces… Y de llantos…
V
¡Salve
América mía!
ganadora
de nóbeles,
la
de políticos, poetas, filólogos,
maestros,
comerciantes, artesanos,
y
reinas de belleza, caudillos, generales,
artistas,
escritores, deportistas de fama
y
los más altos premios internacionales.
VI
¡Salve
América mía!
Salve
América bella;
tú
mereces el laurel y la palma,
por
tu mezcla de razas
aportadas
a la humanidad;
por
los colores únicos
de
la piel de tus hombres y tus lindas mujeres
que
hechizan con su encanto
porque
besan con sólo mirar.
Tú
mereces el laurel y la palma
de
la fraternidad,
por
haber engendrado en tu vientre fecundo
esta
parte del mundo,
la
más rica y más fértil,
y
la más acogedora
de
todas las tierras
salidas
de la mano de Dios.
Por
tus banderas todas,
que
cual haces de luces
trillan
el continente
y
cantan a la hermandad.
Por
tus ríos y valles,
pampas
y arenas finas y blancas
que
bordan las azules aguas
de
tu inquieto Caribe,
único
y sólo tuyo,
que
compartes con todos
del
cual quedan prendados,
poetas,
piratas y amadores
de
todo lo sensual.
VII
¡Salve
América mía!
¡Mi
América preciosa!
yo
quiero compartirte
con
todo el Occidente, con Asia y Oceanía,
con
el Lejano Oriente
y
con todos los que buscan y aman la belleza
y
ven a los luceros en lagos alumbrar
y
toman las estrellas, para decir palabras…
y
ven en nuestro cielo el signo de la paz.
VIII
¡Salve
América mía!
¡Oh
mujer inmortal!
con
los brazos abiertos
como
cruz redentora
acogiendo
amorosa a todo peregrino
habitante
del mundo con nombre universal,
sin
preguntar su nombre…
A
quien busca su pan
y
dándole tu nombre
ofrendando
tu tierra
compartiendo
sudores
y
brindándole amores,
por
eso no se van.
Aquí
echan raíces y comparten contigo
tus
afanes y luchas
por
un mundo mejor;
y
aman para siempre
contigo
y con los tuyos
esta
mitad del mundo
que
ni en sueños profundos
de
magos y de sabios de Oriente
y
de tierras lejas intuirán
tanta
belleza, tanta nobleza
tanta
entrega de amor infinito
a
todo ser viviente
de
la humanidad.
¡Salve
América mía!
¡Salve
América joven!
Mi
bello Mundo Nuevo,
Mi
América Morena,
de
amor y soles llena,
de
vírgenes y rosas,
de
color y de mar.
Aleja Bonilla de Amaro
Mao,
Valverde, 12 de Octubre del 1992
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