POR FERNANDO RODRÍGUEZ CÉSPEDES |
No hay que ser sociólogo ni siquiatra para saber que
existen situaciones de presión que pueden modificar la conducta humana al grado
de inducir a personas pacíficas a cometer actos de violencia y conductas
antisociales.
“Yo soy yo y mis circunstancias” decía con mucha
propiedad el filósofo español José Ortega
y Gasset, y en base a este axioma podemos explicar acciones humanas que pudieran carecer de
explicación a la luz de la razón.
Estas disquisiciones surgen ante las opiniones de
profesionales de la conducta y de la economía en torno al auge de la delincuencia
que azota al país producto, en parte, de
las desigualdades sociales, la inequidad y el desempleo.
La polémica se origina cuando el gobernador del Banco
Central, Héctor Valdez Albizu, señala estos factores como posibles causantes de
la delincuencia, al tiempo de pedir a los empresarios compartir con los
trabajadores el crecimiento económico que experimenta la economía del país.
El sector más conservador del empresariado, enquistado en
el Concejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), respondió tergiversando sus
expresiones y acusándolo de sostener que los pobres son, necesariamente,
delincuentes.
Manipularon las
declaraciones del funcionario, desviaron
el tema, evitando tocar el sugerido
aumento salarial, punto central del debate, pretendiendo sorpresivamente erigirse en defensores de la imagen popular.
Mientras tanto, el
gobierno cuyo presidente ha dicho que 10,000 pesos no dan ni para comer, tiene la responsabilidad de implementar para el 2016
un aumento general de salarios, empezando por el mínimo que constituye una
vergüenza.
Cuando Danilo Medina asuma su responsabilidad en ese
sentido, tendrá calidad moral para exigirle al empresariado, vía el Comité
Nacional de Salarios, un aumento general para la cada día más empobrecida y
vapuleada, clase trabajadora.
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