miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL CORAZÓN DE JESÚS DE HATICO


Autor Héctor Brea Tió
Medico Psiquiatra y escrito maeño

Así como Río de Janeiro tiene su imponente Cristo del Corcovado, París su seductora Torre de Eiffel, New York, la Estatua de la Libertad o Madrid, la Puerta de Alcalá, con todo y su pequeñez respecto a esas mega metrópolis, Mao tiene sus iconos o símbolos: religiosos, históricos, paisajísticos, arquitectónicos, ecológicos, etc.

Nunca cambiaría un atardecer maeño, por una gélida noche invernal noruega, londinense, neoyorquina, pues éstas obligan a sus habitantes a estar encerrados en sus casas, o a ingerir alcohol en demasía, desde luego no en todos los casos.

El Cristo del Corcovado, cuyos brazos abiertos parecen cubrir la paradisíaca bahía de Guanabara, considerado una de las maravillas del mundo actual, no niego que es una ridiculez compararlo con alguna otra imagen sagrada, incluso los colosos budas de India, China e Indonesia, esculpidos en oro.

Pero como citan unos proverbios populares, que “el mejor melao es el de casa” y “nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino”, yo me conformo con el Corazón de Jesús de mármol de Carrara, bendecido en solemne ceremonia eclesiástica, con hisopo, por el Obispo Auxiliar de Santiago, Monseñor Felipe Gallego, el 16 de octubre del 1949, de modo que recién cumplió su 62 aniversario.

El mismo fue donado por Dolores Román de Bogaert (doña Lolita) viuda de monsieur Bogaert, importado desde la prestigiosa fábrica marmórea de la Toscana, ciudad de Carrara, Italia, a donde dicha dama visitó en varias ocasiones cuando se viajaba en barco, y precisamente aprovechaba la oportunidad para traer vestuario religioso para Monseñor Fernando Arturo Franco Benoit (el Padre Franco).

Los maeños no sabemos lo que tenemos, pues esa imagen nuestra está esculpida con los mismos materiales que “la Piedad de Miguel Ángel”, que se encuentra en el Vaticano, lo que sucede es que lamentablemente parte de nuestro pueblo, por ignorancia no sabe lo que vale dicha joya escultórica.

Hace quince años fui a la Oficina de Patrimonio Nacional, en la Zona Colonial de Santo Domingo, a restaurar un óleo de mi bisabuelo Pedro Tió Llovet, y quien hizo el trabajo, el Arq. Glauco Castellanos, graduado en Italia, me dijo que fue a Mao hace unos 25 años, a restaurar dicha imagen la cual había sido averiada por unos niños jugando beisbol.

Conservo un recordatorio del día en que fue bendecida dicha imagen, que me obsequió la familia Llopis Inoa, doña Gladys y Daniel e hijos, y la conservo con mucho respeto y cuidado, pues es un documento de valor histórico-religioso, que ellos saben me gusta coleccionar.

Ojalá que el Ayuntamiento Municipal maeño mejore el entorno de dicha imagen en cuanto a iluminación y ornato, y tal vez algún día construyan una rotonda para que los vehículos en que transiten personas maeñas, de otros pueblos, en turismo interno, conozcan ese símbolo que nos identifica desde la entrada de nuestra “ciudad de los bellos atardeceres y de los crepúsculos del rojo de las tunas”.

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