Pasados los merecidos reconocimientos y la
parafernalia publicitaria que conllevó la despedida de David Ortiz, es bueno
meditar un poco sobre las implicaciones que, fuera y dentro del ámbito
deportivo, pudiera tener el honroso retiro de este gran deportista.
Renunciar a la fama y a los millones de
dólares que representa una carrera como la del "Big Papi", requiere
de mucha fuerza de voluntad, inteligencia y humildad, condiciones que demostró
poseer este criollo que con sus hazañas deportivas se metió a la racista ciudad
de Boston en un bolsillo.
El retiro, en su mejor momento, no
convenció a muchos, incluyendo al padre del toletero, sin embargo, las horas de
fuerte entrenamiento previo a los partidos y los dolores corporales, luego
de los mismos, son razones suficientes para alguien sensato,
independientemente de otros motivos no expresados.
De alguna manera, la humillante situación
padecida por Alex Rodríguez, justifica
que David Ortiz reafirmara su retiro del beisbol, debido a que nadie con
dignidad quisiera pasar las dificultades y desaires que sufrió el otrora astro
de los Yankees de New York cuando su rendimiento bajó.
En la vida, independientemente del trabajo
desempeñado, hay indicadores que señalan
el momento del retiro. En el beisbol, arribar a los 40 años de edad es el
principal motivo de ésta decisión, antes de que lo haga el dueño del equipo
que, como empresa comercial, retiene o sale de sus jugadores por su
rendimiento.
La
lección que acaba de darnos el "Big Papi", deben asimilarla los
políticos, los deportistas, los profesionales y todo el que se aferre al
ejercicio de una actividad en la que empiecen a manifestarse las limitaciones
propias de los años, un fenómeno natural que todos debemos aceptar.
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