Ramón Tejeda Read
Columnista invitado
Nos convidan a destriparnos los unos a los otros. Nos
convidan al pesimismo y a la crispación. Razones las hay. Probablemente, muchas,
y el rating dice que ése es el camino correcto, además.
Las respuestas al convite no pueden ser
más estúpidas y el momento no puede ser menos propicio con petróleo, alimentos
y materias primas subiendo en el panorama internacional y crisis económica global
desafiando las fórmulas trilladas de un sistema económico decrépito.
Las crisis económicas, en su desolación
inevitable, son malas consejeras; convidan hasta al retroceso. Entonces el
atraso se solaza. Los “independientes” analizan; los “imparciales” gritan
consejas, explicaciones, triunfos y hasta se explican que la gente llame al
demonio. El problema es que una cosa es llamar al Diablo y otra verlo llegar.
Por cierto, hubo un tiempo en que al
presidente dominicano lo encuestaron contra el Diablo y ganó el Diablo. La
crisis económica, para entonces, era de factura fundamentalmente local. Llevó
la moneda nacional casi al 60 por un dólar.
No puedo olvidarlo. Mi sueldo eran 32
mil pesos, es decir, 2 mil dólares de entonces como maestro en un colegio
privado. Tres años después, esos 2 mil dólares se habían reducido a alrededor
de 600. Se
sentía aquello bárbaramente en el presupuesto familiar. La gente, entonces,
también llamaba hasta al Diablo. Lo demostró aquella encuesta inefable que casi
costó cárcel a sus promotores.
Tuvimos suerte en aquel momento, aunque
muchos no lo crean, y ojalá la tengamos ahora que la crisis deja colar sus
ráfagas de huracán por todas las rendijas. Hasta ahora, América Latina ha
soportado y hasta ha salido airosa y nuestro país con ella, aunque usted no lo
crea.
El presidente Santos, de Colombia, lo
advertía recientemente: “Estamos frente a un huracán”, decía al diario Página
12, y advertía: “Debemos prepararnos para lo peor”.
Lo peor, mejor que no llegue y así
tendremos tiempo de seguir haciendo y seguir creciendo y mejorando; aunque sea
lentamente y con tropezones, que así también se construye futuro; pero, si
llegara, como dicen los católicos, que nos coja confesados; es decir,
preparados con un buen plan de gobierno. El que propone Danilo Medina, no lo
dude, es el más conveniente. No hagamos caso de nuevo al Diablo de la
improvisación y el desparpajo. Que, como usted sabe, una cosa es llamarlo, y
otra, muy diferente, es verlo llegar.
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