Práxides Hidalgo Martínez
(*)
Cada uno de nosotros vive
sus miedos, sus temores, sus sueños, que se convierten, en algunos casos, en el
hilo conductor de nuestras creencias, pues queriendo escapar o hincarnos en
ellos, creamos mitos, leyendas, tradiciones que no son nada más que las
manifestaciones de ese lado escondido, o talvez oscuro, que tenemos los seres
humanos o, a hechos que a la luz de la razón resultan inexplicables, les
encontramos explicación en nuestra fantasía, en nuestro mundo imaginario, que
casi siempre son de inspiración colectiva, por eso nuestros pueblos son ricas
vetas de lo real maravilloso, mezcla de ficción y realidad, que de tanto ser
repetidas parece que cobraran sello de realidad y se convirtieran en el
patrimonio del imaginario popular.
Los personajes presentes
en las líneas nacidas de la pluma y creación de Víctor Montoya son tan
familiares para quienes hemos bebido de la fuente de nuestro folclore, de
nuestra literatura, de nuestras minas que han dado lugar a tanta riqueza
literaria, pues siempre el encanto, la magia y los desafíos que encierran han
sido motivo de inspiración para poetas, narradores, historiadores, etc. Por lo
tanto, para un compatriota que ha tenido que dejar suelo patrio, con mayor
razón, pues escribir sobre lo nuestro es seguir atado a lo que somos, a quienes
somos, pues la cosmovisión la portamos donde vayamos.
Personajes como la Viuda, la K’achachola, el Tío, el Lamero,
el Juku, la Chinasupay,
con tantas particularidades, han generado una serie de relatos que tienen ya su
significación dentro de toda la literatura fantástica, pero varían en su
tratamiento de acuerdo a quién y cómo los relata. Es cierto que los argumentos
de estas historias los hemos debido conocer mediante la tradición oral, cuando
nos reuníamos en grupos y, atraídos por las narraciones de terror, repetíamos
lo que nos contaron nuestros antepasados, mas el mérito de Víctor está en el
marco narrativo que ha creado, logrando una fusión entre narrador, personajes,
temas y la polifonía de las voces, puesto que no únicamente es la voz del
narrador, sino son las voces de todos, ¿acaso no son nuestros también los
relatos que tan generosamente nos entrega Víctor?, que gracias a la capacidad
de re-creación que tiene, más el poder que ejerce él sobre las palabras y ellas
sobre él, ha logrado una verdadera creación literaria.
Encontramos en “Los cuentos de la mina”, de Víctor
Montoya, a Víctor con toda la fuerza telúrica que une al hombre y a la
naturaleza, pues al recorrer sus páginas estaba presente el narrador oral, a la
manera seguramente de los aedas de la cultura griega que testimoniaban sus
fabulosas narraciones, ya que pone en la voz el énfasis necesario para llegar a
su audiencia, de acuerdo al sentido que tiene cada frase, aunque resulte
paradójico, pues es la lengua escrita que ha sido el canal que se ha utilizado.
Pero, no sólo está la
habilidad del narrador, sino también la del paisajista, la del delineador,
debido a que las descripciones donde se sitúan las escenas están muy bien
encajonadas, lo mismo que los personajes
y sus diálogos, creando de esta manera un verdadero encuentro entre el escritor
y el lector, fin último de la creación literaria.
Sumados a estos personajes
emblemáticos, de todo lo que representan las minas y su laboreo, están también
los conflictos que se viven en el interior y exterior del trabajo minero, así
como en el interior de las personas que con maestría psicológica las describe
el autor.
El libro de Víctor
Montoya, nos retrata un Tío en todas sus facetas, no sólo como el símbolo del
poder subterráneo y que tiene maniatados por el miedo a sus súbditos, los
mineros, sino también un Tío aventurero, enamoradizo, vengativo, burlón y hasta
humorístico. Sólo una persona que tiene amplio conocimiento sobre la
representación de este personaje enraizado en el interior de las minas puede
precisar con tanta exactitud el simbolismo del mismo.
Seguramente tanto
impresionó este personaje a nuestro autor que le ha llevado a escribir su
propia representación ante aquel, entronizada en un sueño, que quizás no es
nada más que el lazo que une a Víctor con esta tierra maravillosa, llena de
magia, que sigue siendo el filón para la creación literaria y cuyo fin nunca
llegará.
* Escritora, doctora en Derecho y vicepresidenta de la Unión Nacional de
Poetas y Escritores de Oruro (UNPE). Fue docente de lenguaje y literatura.
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