Autor: Gerson de la Rosa
Columnista invitado
El terrible terremoto que destruyó Puerto Príncipe, despertó los más bajos sentimientos y suposiciones en muchos que dicen creer en Dios y es lo contrario. A cualquiera que ame la vida, a su prójimo y no esté obnubilado, la llegada o emisión de este tipo de pensamiento a su mente le causa ofensa.
Me dan mucha pena esas confesiones religiosas que para captar y someter a sus feligreses se valen de la intimidación. ¡Qué fácil se le ha hecho a aquellos manipuladores de conciencia jugar con los más profundos temores e incomprensiones de sus seguidores! ¡Qué acertada fue la expresión de Hatuey al negarse a cristianizarse e ir al mismo paraíso que irían los españoles!
Como las desgracias no vienen solas, a escasos nueves meses al sufrido pueblo de Haití le visita el cólera. Todo el esfuerzo que se hizo la primera semana de la terrible desgracia, ya se olvidó. Todas las cumbres y promesas que se hicieron en números de ayuda, se quedaron en palabrería.
Aquellos que prometieron ayuda y no cumplieron o le dan larga a ésta, parece que olvidaron lo que es no tener techo, comida y estar expuesto a las inclemencias del clima. ¡Haití no tiene la suerte de una mano amiga como lo fue el Plan Marshal!
A pesar de las vicisitudes pasadas, el hambre descomunal en hacinamiento, el frío bajo un pedazo de tela sustentado con cuatro palos, la vida sigue. ¡Qué bueno que aunque se han mojado no han recibido el embate severo de ninguna tormenta tropical o ciclón.
Más que en la población, los que tienen a Haití intervenido, están interesados en que allí hayan elecciones. Quieren justificar la imposición de un gobierno que les sea dócil. Hablan de democracia pero, son incapaces de que allí haya una verdadera competencia. El pueblo haitiano tiene un único líder. Ese es Aristide. Pero, a él lo tienen secuestrado en Sudáfrica. Les impiden participar en esa lucha.
Viene el ciclón Tomás. Ojala se desvíe. Aún si esto no es así, no creo que ese glorioso pueblo sucumba. La capacidades aguante del mismo es ilimitada. De alguna forma él se parará. El pueblo dominicano, su hermano gemelo, a pesar del atizamiento de las contradicciones por sectores dañinos, siempre estará a su lado.
Los sectores más positivos de uno y otro lado de la isla, debemos velar por el restablecimiento de Haití. No debemos poner toda nuestra confianza en el actual sistema de comunidad internacional. Por todos los medios debemos evitar que los problemas históricos, las migraciones ilegales y los nacimientos de hijos de ilegales en República Dominicana nos enfrasquen en conflictos que no nos beneficien.
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