Tiberio Castellanos
El autor es un veterano comunicador dominicano residente en Miami Florida
Para alguno que esté leyendo, distraídamente, esta descarga, aclaro que este tesoro no se calcula en oro ni en divisas internacionales. Y que este poder no se mide en votos electorales.
No, se trata de otras realidades menos palpables pero, definitivamente, más importantes para la salud del ser humano. Esto lo conocen, hasta el límite de su conocimiento, los muchos que hoy padecen soledad o depresión.
Y... el viernes 4 de diciembre, un grupo de amigos de los Viernes Culturales Dominicanos me sorprendió, muy gratamente.
No quiero mencionar la palabra homenaje, aunque hubo discursos laudatorios. Porque esta palabra arrastra, todavía, su vieja capa de ceremonia medieval.
¿ Recuerdan, a propósito, La Torre del Homenaje?.
Tampoco quiero hablar de reconocimiento, aunque hubo placa de metal con inscripción y además bellamente esculpida.
No, diré que mis amigos de los Viernes Culturales Dominicanos me agasajaron con tanto cariño y no poca exageración, que todavía hoy, en este momento que escribo, saboreo las mieles de aquella jornada. Y también me queda, la un poco quejosa impresión, de que fuí muy poco elocuente al momento de agradecer tanto cariño.
Recordé esa noche, que en ocasiones, a mi amigo Don Juan Padilla Bisinó, el legendario dueño de la Farmacia Mella, yo le llamaba la atención sobre las muy laudatorias dedicatorias que me escribían en sus libros ciertos poetas y escritores amigos míos. Don Juan me contestaba: Tiberio, tome lo que le den.
Es en esta tesitura filosófica del hombre de la Farmacia Mella que acepto este sincero y muy cálido asasajo, que a mis 83 ha reducido, notablemente, este número de años en mi corazón.
Me queda aún la inquietud, al no mencionar los nombres de mis amigos, de que alguien piense que es ingratitud de mi parte. Y podría asi pensarlo, siempre que no sepa todo el cariño que devuelvo a los que lograron traer en un video al mismo Gardel, cantando, casi desde el Pimentel de mi infancia:
"Silencio de mi aldea que sólo quiebra la serenata,
de un cálido romero bajo la quieta luna de plata". Ya antes yo había oído en el video, obra maestra del interés por agradarme, aquel Madrigal de mis preferencias: " A tu lado no siento las horas que van con el tiempo".
Al final, como se habia anunciado, hubo brindis y alumbraron la noche con sus canciones Nelson Muñoz y Aníbal de Peña.
Gracias del alma.
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